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Tu página web no es un juguete: reflexiones desde las ruinas del humo digital

Vivimos en la edad dorada del “hazlo tú mismo… aunque no tengas la más mínima idea de lo que haces”. Una era gloriosa en la que cualquiera con conexión a internet, una sonrisa de influencer y un anillo de luz puede convertirse, en menos de lo que dura una story, en experto en absolutamente todo. ¿Quieres una web en tres minutos con ayuda de la Inteligencia Artificial? Fácil. Más fácil que freír un huevo. Más mágico que un truco barato de feria.

Lo venden como si hubieran reinventado la rueda, o descubierto la penicilina. Pero en vez de curar enfermedades, terminan infectando la red con sitios web que se arrastran como tortugas artríticas, botones que no llevan a ningún lado y formularios que desaparecen en el limbo digital.

Y así, lo inevitable ocurre: webs que colapsan justo en el lanzamiento de un producto, landing pages que funcionan como trampas para leads y e-commerce que dan más miedo que confianza. Como quien construye una casa con palitos de helado y se sorprende cuando el primer viento la convierte en origami.

Porque no, tu página web no es una app más. Es tu casa. Y no cualquier casa: es la fachada, la sala y el sótano de tu marca.


Construir una web como quien pide un frappuccino

Encargar una web se ha vuelto tan trivial como elegir el topping de un café: cualquier plataforma, cualquier plantilla, cualquier tutorial visto al vuelo en TikTok. ¿Para qué complicarse con servidores, certificados o seguridad, si hay una IA que promete hacerlo por ti mientras te tomas una limonada?

La antítesis no podría ser más cruel: mientras los proyectos serios invierten en servidores robustos, soporte técnico humano (no un bot zen que te pide respirar mientras se prende fuego todo), y sistemas de respaldo automático, muchos siguen apostando por plataformas improvisadas cuyo mayor atributo es un logo cool y una promesa inflada con esteroides de marketing.

Sí, la IA puede ayudarte. Yo mismo converso con una todos los días. Pero ni el mejor algoritmo puede replicar lo que solo los errores, las madrugadas y la experiencia humana enseñan: cuándo conviene un VPS, cómo reducir el tiempo de carga a menos de dos segundos o qué hacer cuando una base de datos decide irse de vacaciones sin previo aviso.

Una web mal hecha no es solo una mala carta de presentación. Es una fuga de clientes, una invitación a los hackers y, peor aún, un pozo sin fondo para tu presupuesto.


WordPress.org: el viejo que aún baila con estilo

Mientras proliferan plataformas con nombres que parecen marcas de shampoo coreano, WordPress.org sigue ahí. Tranquilo. Maduro. Más del 40% de internet lo usa, y no por nostalgia. Es open source, versátil, seguro. Pero sobre todo: es tuyo.

No depende de una startup caprichosa que mañana decide cerrar operaciones y encerrar tu web en una caja sin llave. No te obliga a bailar con plantillas de juguete. No te cobra extra por respirar.

Y sin embargo, no es tendencia. No brilla en un reel de 15 segundos. No dice “¡Wow!” con voz robótica. Es más como un buen vino: necesita tiempo, cuidado, y se bebe en copa de cristal, no en vaso de cartón.


Lo nuevo deslumbra. Lo sólido permanece.

La paradoja es grotesca: nunca fue tan fácil tener una web, y nunca fue tan común tenerla mal hecha. Nos venden soluciones instantáneas como quien ofrece una cirugía a corazón abierto vía tutorial de YouTube. Y lo más inquietante: hay quienes aceptan.

¿Quieres presencia digital o resultados reales? ¿Una fachada bonita o una estructura que no tiemble con cada actualización? ¿Promesas en formato vídeo o soluciones con criterio técnico y visión de futuro?


¿Y ahora qué?

Si estás por construir tu web, hazlo con intención. No te dejes llevar por el humo, ni por las voces artificiales que prometen magia. Consulta con profesionales. Gente que conoce los fundamentos, no solo los filtros. Que no solo diseña sitios, sino estrategias digitales a prueba de modas y de crisis.

Y sí, ahí entro yo.

Hace años que habito este mundo. Vi nacer y morir tendencias, plataformas infladas que no sobrevivieron ni dos veranos. Sé lo que funciona, y lo que parece funcionar hasta que deja de hacerlo.

Puedo ayudarte a construir una web rápida, segura, escalable y tuya de verdad. Sin atajos que terminan en precipicio. Sin fuegos artificiales. Solo con criterio, técnica y propósito.

Porque tu web merece más que una plantilla bonita. Merece solidez. Merece visión. Merece estar viva.

¿Necesitas asesoramiento para tu nueva Web?

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