Facebook
Twitter
LinkedIn
Telegram
WhatsApp
Print

Debian 13 “Trixie”: El Monasterio Silencioso del Software que Todavía Resiste (y No te Cobra por Ello)

Imagina un castillo. No uno de esos hinchables con colores chillones que se alquilan para cumpleaños infantiles, sino uno de piedra: sobrio, inexpugnable, ajeno al espectáculo. Nada de banderas ondeando al viento ni dragones CGI. Solo murallas gruesas, una estructura sólida y una historia que se niega a envejecer. Ese castillo se llama Debian. Y su más reciente torre responde, curiosamente, al nombre de Trixie.

Sí, Trixie. Como si una monja cartuja decidiera bautizar su nuevo códice con el nombre de una muñeca. La ironía no es accidental: en Debian, la sobriedad técnica convive con los nombres sacados del reparto de Toy Story. Un guiño absurdo en un sistema que nunca ha necesitado gritar para hacerse notar.

Sin pancartas, sin CEOs, sin música épica

Mientras otras distribuciones Linux desfilan como influencers hiperactivos que actualizan su feed cada seis meses, Debian llega en silencio. Sin humo ni luces. Sin eventos con fuegos artificiales ni jefes de producto emocionados en el escenario. Porque Debian no es un producto: es una declaración.

Aquí, la estabilidad no es una característica; es un principio. Y aunque suene aburrido en la era del scroll eterno, es justamente lo que la hace tan irresistible. Como un faro que no baila, pero no se apaga.

Debian: la estructura bajo la espuma

Muchos usan Debian sin saberlo. Si usas Ubuntu, usas Debian. Si usas Mint, estás usando Ubuntu que usa Debian. Una genealogía curiosa donde el abuelo sostiene al nieto influencer mientras este hace piruetas para TikTok.

Debian no es solo el fondo del telón: es el escenario entero. Y Trixie —con su apariencia juguetona— es una de las versiones más refinadas de esta ópera silenciosa.

¿Qué trae Trixie?

Para los que gustan del detalle, van algunos números: más de 59.000 paquetes disponibles. Kernel Linux 6.1 LTS, soporte mejorado para hardware reciente, Wi-Fi 6, y compatibilidad creciente con chips ARM, ese pequeño músculo que promete el futuro.

Trae también systemd 252 (aunque si eres de los que lo detestan, puedes vivir sin él). Incluye GNOME 43, KDE Plasma 5.27, XFCE 4.18… una mesa generosa donde cada uno elige su manjar sin que el chef le imponga la receta.

¿Y qué no trae? No trae publicidad. No trae telemetría escondida. No trae asistentes parlantes ni notificaciones invasivas. Debian es ese camarero que te sirve en silencio, con respeto, sin venderte el postre.

Instalar Debian: más camping que resort

Aquí viene la parte donde muchos se bajan: la instalación. Debian no es “siguiente, siguiente, finalizar”. Es más bien un ritual. Un campamento en medio del bosque donde tú eliges dónde plantar la carpa, qué traer de provisiones y si prefieres dormir bajo las estrellas o con toldo.

Te pregunta cosas. Muchas. Como si quisiera asegurarse de que estás despierto, presente, responsable. ¿Partición manual o automática? ¿Entorno de escritorio? ¿Firmware privativo o libre como el viento? Y aunque al principio asuste, hay belleza en ese control. Libertad envuelta en complejidad.

(Si todo esto te suena a chino, he grabado un vídeo para guiarte paso a paso. Puedes encontrarlo al inicio de este post. No es una clase de álgebra: es solo Debian hablando en su idioma).

¿Y por qué importa Debian?

Porque en un mundo donde el software se ha vuelto servicio, suscripción, estadística y adicción, Debian es una rareza: un bien común.

No lo respalda una empresa. Lo sostiene una comunidad. No tiene CEO, tiene constitución. No persigue cuotas de mercado; persigue coherencia ética. Es el equivalente digital a una biblioteca pública: nadie la menciona en las noticias, pero sin ella, todo sería más pobre.

Y sin embargo, he aquí la paradoja: es uno de los sistemas más usados… y a la vez, más ignorados. Está en servidores, routers, infraestructuras críticas, pero pocos lo instalan en su portátil de batalla. Debian es como ese sabio que todos respetan, pero pocos invitan a cenar.

¿Qué hacer con Trixie?

Conocerla. Instalarla, si te animas. O al menos reconocer lo que representa. Porque en esta época donde cada clic alimenta un algoritmo y cada aplicación quiere tu número de tarjeta, usar Debian es un pequeño acto de desobediencia civil. Es decirle al mundo: gracias, pero yo decido cómo uso mi ordenador.

Y si te parece austera, si extrañas los brillos y sonidos… recuerda esto: la libertad no siempre viene con tutoriales animados. A veces viene envuelta en un instalador gris que te pide leer. Pero no es para nada complicado.

Trixie no te promete ser moderna, divertida ni visualmente espectacular. Solo promete funcionar. Y vaya si cumple.

Otros artículos para explorar

Deja un comentario

dos × cinco =

Tarjeta Digital de Henry Alcalay
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible.

La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudarnos a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.

Tienes toda la información sobre:
Privacidad en nuestra página de Política de Privacidad.
Cookies en nuestra página de Políticas de Cookies
Más información acerca de las Cookies en la siguiente página
Aviso legal en nuestra página de Aviso Legal